
Hace tiempo que tengo la impresión de que España ha desaparecido de la propia España. Solo sabemos que estamos en ella cuando se habla de crisis económica o se habla de gobierno u oposición. La propia prensa huye a Europa o a Estados Unidos para hablarnos de tornados, escándalos de políticos por acoso sexual en cadenas hoteleras norteamericanas etc.
Periódicos como El País y su Semanario Cultural, que viene ocupando mis mañanas de Domingo desde hace varios años, han terminado por parecerme algo ajeno y extraño, de no ser por los artículos de Maruja Torres, Juan José Millás, Almudena Grandes, Rosa Montero y Javier Marías que, junto a algún colaborador circunstancial, nos permiten recuperar , si no todo el país, al menos una parte de él. Si no fuera por ellos, el País Semanal acabaría pareciéndonos un Programa de "Gente" con algo más de "glamur". Aún así, pienso que el número 1823 del pasado domingo 4 de septiembre, superaba con creces todas las espectativas y parecía publicado en Nueva York, con la salvedad de que el idioma no era inglés, ni "spaníngles", sino español e incluso académico. La parte central de la Revista estaba dedicada a la tragedia del 11 de Setiembre, la de las Torres Gemelas de Nueva York, con reportajes de fotos impactantes, tales como "Las raíces del desastre" firmado por John Carlin, "Aquel olor a ceniza mojada " por Antonio Muñoz Molina, "La caza del monstruo Bin Laden" por Nicholas Schmidle y " Estados Unidos está siendo atacado" (entrevista exclusiva a G. Bush) firmada por Lola Huete Machado. Gracias a la "Foto fija de verano" de Maruja Torres, "La fiesta del "Hooligan" de Javier Cercas, "Billetes de Banco y Mortadela" del impactante Juan José Millas y "Excomuniones de quita y pon" de Javier Marías, no llegué a perder mi norte. La publicación era real y estábamos en España; la España solidaria que jamás había visto, ni verá a la prensa norteamericana rememorar la tragedia del atentado del 11 de Marzo de 2004, en el metro de Madrid, dedicándole la casi totalidad de un número del New York Times y que no obstante dedicaba al 11 de Septiembre de 2001, un número del semanario del País del domingo 4 de septiembre, por entero y sin hacer alusión alguna a otro trágico 11 de Septiembre de 1973, en el que el Golpe Militar del General Pinochet, en Chile, bendecido por Estados Unidos, acabó con la vida del Presidente Electo, Salvador Allende. Dirían que ese 11 de septiembre no fue un atentado. ¿Ayudar a dar un golpe de Estado no es atentar contra la vida de personas cuya única posible culpa es haber elegido libremente a un Líder?
Periódicos como El País y su Semanario Cultural, que viene ocupando mis mañanas de Domingo desde hace varios años, han terminado por parecerme algo ajeno y extraño, de no ser por los artículos de Maruja Torres, Juan José Millás, Almudena Grandes, Rosa Montero y Javier Marías que, junto a algún colaborador circunstancial, nos permiten recuperar , si no todo el país, al menos una parte de él. Si no fuera por ellos, el País Semanal acabaría pareciéndonos un Programa de "Gente" con algo más de "glamur". Aún así, pienso que el número 1823 del pasado domingo 4 de septiembre, superaba con creces todas las espectativas y parecía publicado en Nueva York, con la salvedad de que el idioma no era inglés, ni "spaníngles", sino español e incluso académico. La parte central de la Revista estaba dedicada a la tragedia del 11 de Setiembre, la de las Torres Gemelas de Nueva York, con reportajes de fotos impactantes, tales como "Las raíces del desastre" firmado por John Carlin, "Aquel olor a ceniza mojada " por Antonio Muñoz Molina, "La caza del monstruo Bin Laden" por Nicholas Schmidle y " Estados Unidos está siendo atacado" (entrevista exclusiva a G. Bush) firmada por Lola Huete Machado. Gracias a la "Foto fija de verano" de Maruja Torres, "La fiesta del "Hooligan" de Javier Cercas, "Billetes de Banco y Mortadela" del impactante Juan José Millas y "Excomuniones de quita y pon" de Javier Marías, no llegué a perder mi norte. La publicación era real y estábamos en España; la España solidaria que jamás había visto, ni verá a la prensa norteamericana rememorar la tragedia del atentado del 11 de Marzo de 2004, en el metro de Madrid, dedicándole la casi totalidad de un número del New York Times y que no obstante dedicaba al 11 de Septiembre de 2001, un número del semanario del País del domingo 4 de septiembre, por entero y sin hacer alusión alguna a otro trágico 11 de Septiembre de 1973, en el que el Golpe Militar del General Pinochet, en Chile, bendecido por Estados Unidos, acabó con la vida del Presidente Electo, Salvador Allende. Dirían que ese 11 de septiembre no fue un atentado. ¿Ayudar a dar un golpe de Estado no es atentar contra la vida de personas cuya única posible culpa es haber elegido libremente a un Líder?
Sabemos que las multinacionales, propiedad del mundo de las finanzas, ni tienen sentimientos ni Documentos de Identidad, pero lo que no sabía era que tampoco tienen inteligencia social. ¿ Qué menos, aunque solo sea por aparentar, que hacer una pequeña alusión a Madrid o a Londres cuando también, aunque en menor escala, han sufrido lo mismo? ¿ O no hemos sufrido lo mismo?
Que no se haya hecho referencia a Chile entiendo que haya sido por vergüenza y el no hacer la referencia me hace estar seguro de que el periódico el País ya hace tiempo que no nos pertenece, ni su ideología tiene que ver con nosotros. Que han comprado El País, el periódico, lo sabía. Pero de lo que no tenía idea alguna es de que también hubieran comprado la Televisión Pública y algunas de las cadenas privadas. ¿Qué no las han comprado? No lo creo. ¿Qué han dedicado una semana entera a ponernos películas sobre el 11 S, dedicándoselas a héroes anónimos, antiguos marines con capacidad de ver a Cristo y escuchar su mensaje, ordenándoles ir a salvar de las ruinas a los dos bomberos supervivientes de los escombros? Qué nuestra televisión publica les dedicara casi la totalidad de su telediario del sábado 10 y del domingo 11, e incluso lo clausurara en directo desde la zona cero, Ana Blanco, locutora enviada especialmente a Nueva York para cubrir las noticias de las conmemoraciones, me parece una pasada tremenda.
Si a alguien aún le queda alguna duda de quienes nos gobiernan, después de esta semana gloriosa imagino que la habrá resuelto. Es lamentable la imagen de ningúndones - ¿existe la palabra o me la estoy inventado? que dan nuestros políticos electos y más aún los políticos por elegir. Nunca tuve mucha confianza en ellos pero, y a pesar de todo lo visto, aún mantienen el don de asombrarme y parece que nunca llegaremos al "no más allá". Recuerdo que en el año 2003, encontrándome en Rabat, tras la invasión de Iraq en la que Aznar se empeñó y nos empeñó en un "Gran Hermano" acompañándo a Blair y a Bush, fue tal mi asombro e indignación que escribí:
Rabat a 20/03/2003 De una guerra
España 2003
España padece una amnesia colectiva, endémica
y contagiosa. Sus habitantes parecen nacidos de
la placenta de una Europa que, hasta no mucho
tiempo, tenía sus fronteras en los Pirineos. De ahí
para abajo solo habían gitanos los más, y moros
los menos. Poco son los españoles que como yo
nacimos en el corazón de África y rememoramos,
con premeditación nuestra historia más "negra".
Sea nuestro legado a los jóvenes de la "PlayStention"
Ésta España de ahora solo reconoce a Europa Unida
y olvidó cuántas cestas tuvo que lavar de ropa,
cuántos culitos de niños limpiar, cuántas puertas
abrir, cuántas cerrar, cuántos retretes rubios sufrir,
cuantas casas, escaleras y portales fregar.
Por entonces, la ahora España del amigo Aznar
no era amiga de la ahora Inglaterra del amigo Blair;
sólo le ponía termómetros y lavativas, limpiaba
las escupideras de sus hospitales y voceaba,

de la campaña fascista, de las que la prensa
británica se hacía eco con su flema característica.
América, la de entonces, no era la del amigo Bush.
La de entonces llegó con "Mister Marshall:
le enamoraron las "batas de cola" y el "manzanilla".
Pagó en dólares su derecho de pernada
e impresionada por la desnutrición generada
por la hambruna de dos guerras pasadas,
con premura, mando llamar al bueno de Jhony
para que repartiera "queso de bola en porciones"
y leche en polvo o condensada, en agua diluida
por patios de recreo de escuelas desfavorecidas.
El bueno de Jhony nada quería de nosotros, nada.
Había venido sólo a darnos. ¡ Y vaya si nos dio!
Nos dio como siempre daba a todo el mundo.
Nos dio y aún nos sigue dando, ahora más que nunca.
Ahora, España es la del amigo más incondicional:Aznar
Inglaterra, la del también buen amigo Tony Blair,
ambas buenas amigas y concubinas de la América
del amigo y "Gran Hermano"· George Bush.
No se si he soñado esta pesadilla que vivimos
o he visto demasiadas películas americanas
del genero "sin razón". Cierto que, de pronto,
me he visto interpretando el papel de extra,
sin casting, en una guerra en la que Hollywood
se ha superado a si misma. El Cesar desde
el Senado nos amenaza con su escudo de misiles
y ordena que abramos todos los rincones
de nuestra intimidad y prostituyamos
el pensamiento en un strip-tease procaz.
El decorado es el de un mundo que no existe,
un mundo en blanco, negativo y sublime,
de sentimiento y efecto de la cocaína.
Aquí no ha lugar a tanta soledad abandonada
que mendiga por las calles una moneda,
una sonrisa,un ¿cómo estás?, un "cuéntame",
"me intereso por ti", "siento tu dolor como si fuera mío,
un "te quiero". Aquí solo existe un Dios: el Dinero.
A él invoca cuanto terrorista con pinta de cordero
se asoma a la pantalla para legitimar la guerra.
En su nombre se inmola a quienes se mueren de hambre,
de frío, de miedo, de soledad, de enfermedad apalabrada
por él y elaborada en cualquiera de los laboratorios
establecidos para preservar al hombre de su enemigo:el hombre.
En el otro mundo, el que está del otro lado de la imagen,
tras el escenario en el que actuamos de extras,
al parecer, no quedan seres inocentes. Los últimos
murieron en América, en las soberbias Torres Gemelas,
un once de septiembre. No os preocupéis, pues,
por esos niños cazados a tiros en Brasil, ni por quienes
mueren en África por la plaga del Sida, ni por los que
se hacen hombres en la prostitución o el pegamento.
Lo dije y lo repito: los últimos seres inocentes
murieron en América un once de Septiembre.
Los niños que mueren en Paquistán o en Palestina
solo son futuros "suicidas" que en el hambre aprenden
a ser fieles a su Dios y vivir eternamente por él.
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