viernes, 9 de septiembre de 2011

La perversión del lenguaje 2

En esta jungla de asfalto en la que vivimos, en la que cada uno de nosotros está obligado a elegir, en caso de poder, o a enfrentar, en caso de no poder elegir  su batalla y el campo de combate donde realizarla, peleando siempre solo, sin más ayuda ni compañía que sus miedos, estando y así sintiéndose, cada día más y más aislado. En esa pelea diaria se nos va la vida, sin darnos cuenta, herméticos y encerrados cada día más en un vacío que, como ocurre con el queso o la chacina sometidos a ese proceso, nos mantiene frescos pero completamente secos por dentro. Aquí también luchamos por la supervivencia solo que, en lugar de bosques verdes donde cazar el alimento de cada día, nuestros bosques son de hormigón y en ellos nos enfrentamos a depredadores del FMI que ya no matan para comer, ni se defienden por sobrevivir, sino que saciados ya, solo matan por el placer de matar y por sentir la sensación de poder , y lo hacen de mil maneras diferentes. Aquí podemos ser, a un mismo tiempo, víctimas o instrumentos; cazadores o trofeos a colgar de un pared de su salón.
Es el sistema quien nos impone un papel a ejecutar, premiando nuestras lealtades o castigando nuestra falta de lealtad a la Empresa, ese ser diabólico al que nadie ha visto ni verá jamas, pero del que todos sentimos su presencia y peso opresor. Yo trabajé para una de esas entidades que, en un momento de desacato a una orden que la empresa consideró de lealtad hacia ella -¿quién era y es ella? - y que a mí me ponía en situación de deslealtad con mi colectivo, al negarme, amenazó con no pagarme el plus de lealtad que había acordado pagarnos. Ellos me acusaban de deslealtad a la empresa y yo, ingenuamente, pensaba que la empresa era una colectividad de trabajadores que se esforzaban por un objetivo común.
Pero ese que era mi criterio personal heredado, no coincidía con el criterio del alto mando para quienes los miembros ejecutores del proyecto eran simples instrumentos y no personas responsables, a su vez, de pequeñas colectividades que, de perder sus puestos de trabajo,  cerrarían hogares y destruirían familias. Entonces, ante mis reticencias, me hablaron de Contratos de Alta Dirección y de las obligaciones que esos contratos entrañaban: defender sin dudas ni vacilaciones los intereses de la Empresa.
A mi entender, al proteger los intereses de los trabajadores y mejorar sus condiciones laborales yo defendía verdaderamente los intereses de la Empresa. Comenzaba el disparate y, al tratarse de una Empresa Pública creada "sin fines de lucro", no podía entender a quién podría beneficiar este tipo de actuaciones.
Lo verdaderamente cierto era que para ellos, mantener el gasto del personal auxiliar y subalterno, necesarios para el buen funcionamiento de la entidad, exigía un gasto desmedido al que además habría de añadirsele el dinero a pagar a la Seguridad Social, por lo que luchaban por conseguir una disminución de plantilla fija, recurriendo al recién nacido invento de las subcontratas. Las ya existentes  subcontratas, convertidas en empresas de servicios, abarataban el precio del trabajo, cotizaban menos a la Seguridad Social y nos permitía cambiar de personal según las exigencias del momento, pero lo que sin duda disminuía era la calidad de las prestaciones. A todo ese tipo de ventajas, así se consideraban, se añadía otra mucho más importante que también evitaba los posibles problemas laborales que, de haberlos no se consideraban de incumbencia de la Empresa, al no ser personal fijo de la misma y se resolvían simplemente solicitando de la subcontrata un cambio de plantilla.
Negándome; así fue como me convertí en un miembro desleal e ingrato.
Este tipo de entidades nacidas, al parecer, sin fines de lucro, tenían que ser rentables y la rentabilidad, en estos casos, ellos solo la entendían como ingresos en dinero. No, tal y como debe entenderse el beneficio de una Empresa que va a vender la imagen de un País, mal conocido y vituperado por los largos años de Dictadura Franquista. Empresas como estas requieren una buena inversión de principio que, con algo de tiempo, se traduzca en relaciones culturales e incluso mercantiles, apoyadas por una de las lenguas mayoritarias por cifras de hablantes, una literatura universal y una cultura rica y brillante. Pero también requiere un número alto de profesionales de la lengua y la cultura, más que de la gestión. Por eso, lo que empezó siendo una empresa sin fines de lucro se convirtió en una fábrica de chorizos cuyo coste era excesivo y abusivo en la mayoría de países en los que estábamos instalados y que, curiosamente, fueron estos mismos países en incipiente vía de desarrollo, quienes nos permitieron instalarnos en el mundo del dinero y la opulencia. Todo esto parecía mágico y no anunciaba nada bueno. De pronto y tras años de penurias, éramos ricos y producíamos riquezas. Milagro, milagro...
Íbamos a la deriva y cada vez nos resultaba más difícil salir de la bruma. Día a día, resultaba y aún resulta, más difícil  encontrar y mantener el norte. Cada uno encuentra o elige su propio norte y, por lo visto, jamás podremos hacerles coincidir.
Hace ya muchas décadas que la Empresa. el Mercado y el Mundo dejaron de ser colectividades a pesar de la cacareada Globalización. Colectividad e individualidad son términos irreconciliables mientras que el individuo no se reconozca en compañía. Se habla mucho de los intereses de la Empresa, también de la Colectividad o de la Comunidad, términos todos que se sobre utilizan sin saber exactamente lo que contienen y significan.
Buscando en el Diccionario María Moliner, encontré que el término Colectividad se define como: Entidad formada por personas unidas por algún nexo de orden moral. Ese nexo moral puede ser una creencia de cualquier tipo, como también puede considerarse así la consecución de un bien común. Lo que nunca debe faltar para que la Colectividad sea tal, es precisamente ese nexo moral, y para que eso ocurra es de absoluta necesidad que, en temas de Colectividad, el individuo olvide su Ego, creador y absoluto y recuerde a ese yo social que jamás existe sin los otros y recurra a él.
También he buscado el termino Comunidad: Conjunto social de que se forma parte; en el sentido más amplio, conjunto de los seres humanos.
Ambos términos son muy semejantes y tienen en común ese nexo moral, más o menos deteriorado o perdido. El individuo ha perdido mucho de su capacidad de ser humano.
Continuo buscando otras palabras de las que no acabo de comprender su uso y lo hago, en el mismo Diccionario con la palabra Empresa: Organización mercantil o industrial que se dedica a la explotación de la cosa que se expresa. Continuo aún con el término Explotación: Hacer alguien trabajar para su provecho a otro, con abuso.
Vuelvo a la definición de Empresa y me encuentro como primeros dos términos (organización mercantil)  dos que a mi juicio no se contemplaban en el Manual de Procedimiento de un Organismo nacido como "Ente Público sin fines de lucro". ¿Qué pueden tener en común una "organización mercantil o industrial" con un "Ente público sin fines de lucro"? Supongo que es fácil entender que organización mercantil o industrial no admite la clausula de "sin fines de lucro". Pero nos sigue quedando la duda de qué es un Ente Público? ¿Lo saben ustedes?
Así, de primera lectura y a mi corto entender se refiere a una prostituta o prostituto y tampoco en ellos cabe la clausula de sin fines de lucro. Soy uno de los muchos que estudiámos la palabra Ente como término filosófico referido al ser y, un ser público, solo puede ser eso.
Este término, en la acepción de organismo, traído de Italia o de su prensa e implantado en España por un tecnócrata o un político, no por un lingüista y, en su día muy contestado por el entonces Director de la Real Academia de La Lengua Española, Don Lázaro Carreter, en su libro "El Dardo en la Palabra" (páginas 56,57) de las que ahora copio textualmente: Aún estamos a tiempo de evitar la solemne tontería de utilizar ente en la acepción de "organismo", a pesar de que el desaguisado figura ya en el Boletín Oficial del Estado, gran receptáculo de impericias idiomáticas...
Poco más adelante continua diciendo: Tenemos el latinismo ente en castellano, desde el siglo XVII, como tecnicismo de la jerga filosófica, sinónimo de "ser", para designar, como el Diccionario de Autoridades (1732) definía: "Todo lo que realmente existe" ("o puede existir", según añaden las ediciones posteriores). Y así se ha venido empleando el vocablo, siempre en restringidos campos filosóficos y científicos, hasta el día de hoy. Pero la escasa vocación metafísica hispana, o su genial propensión a abatir lo sublime, hizo que ente adquiriera pronto los pocos favorables significados que hemos visto.
El Sr. Carreter, pone a continuación una serie de ejemplos del uso de ente fuera del lenguaje filosófico pero siempre referido a ser humano y casi siempre con valor peyorativo, desde 1752 hasta 1952, utilizado por ilustres escritores como Leandro Fernández Moratín, Bretón, Marañón, Unamuno y otros. No tengo la intención de copiarles las citas que pueden encontrar en el libro.
Concluye el Sr. Carreter diciendo: Ente, pues, aparte su sentido técnico tradicional, designa personas - sólo personas- ridículas (o chispeantes). Ahora nos lo importan designando organismos o instituciones. Para evitar que ente, en tal acepción foránea, se contagie del significado hispano, ¿no convendría suspender la importación? Maldita la falta que hace.
Debo decirles que, tras reflexionar sobre lo investigado, todo me parece aún más confuso. ¿Que diferencia existe entre empresa y organismo público? Ya sabemos lo que es una empresa. En el mismo Diccionario, buscamos qué dice de organismo. Me cuesta elegir la acepción adecuada hasta que finalmente encuentro la tercera que es la que mejor se adecua al tema, que dice: Entidad formada por un conjunto de personas asociadas por su propia iniciativa o designadas por otras o por el gobierno, para ocuparse de asuntos de interés general; como el Gobierno u otra entidad gubernativa, una Universidad, el Ejército, la Cruz Roja o la Bolsa.
Me surgen algunas preguntas: ¿Son organismos la Seguridad Social, la Educación, los Municipios, Sindicatos etc?. Todos ellos se ocupan de asuntos de interés general. ¿Qué diferencia existe entre una Empresa Pública y un Organismo Público? ¿No todas se ocupan de asuntos de interés general?
Nuestro Ente Público, que no Entidad, es exactamente igual a un Organismo Público en tanto está contenido dentro de la definición de Organismo como Entidad formada por un conjunto de personas asociadas por iniciativa de los distintos gobiernos para asuntos de interés general: La defensa y difusión de las Lenguas y Culturas Hispanas. 
Sigo preguntándome, ¿por qué la llaman Ente Público y no Entidad? ¿Cuál es la diferencia entre ambas?
Busco la explicación que, en su día, se dio para aplicar el término Ente Público a Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (AENA), Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI), Administrados de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF), Fábrica Nacional de Moneda y Timbre (FNMT), Loterías y Apuestas del Estado, Puertos del Estado, Renfe Operadora, Sociedad de Salvamento y Seguridad Marítima (SACEMAR), TVE, Instituto Cervantes (IC) y un largo etc. Abro Google, entro en Wikipedia y tras escribir en el buscador (Ente Público) lo que me sale en pantalla es Entidad Pública Empresarial. ¿Por qué si pregunto por Ente Público me sale Entidad Pública Empresarial? Me leo el texto entero buscando con empeño el uso del término Ente. Finalizando la lectura del texto del que no comprendí  gran cosa, encuentro y cito textualmente algo que sí creo haber entendido: En España la legislación que regula la administración de los organismos oficiales y de las organizaciones privadas es muy diferente y los organismos de la administración pública tienen muchas dificultades para actuar en el Mercado como lo hacen las organizaciones o empresas privadas.
Para evitar estas dificultades y permitir la intervención del Estado en determinados sectores de la actividad económica o bien para dar un carácter comercial a un Organismo creado inicialmente como Servicio Público, existen los "Entes Públicos". Un Ente Público Empresarial es entonces, por definición, una organización de este tipo que realiza actividades empresariales análogas a las que realiza una empresa, ya sea su actividad de tipo comercial, industrial o de prestación de servicios.
Había oído utilizar la sigla (EPE) pero nunca he sabido a qué se estaban refiriendo, como sigo sin saber que significan la inmensa mayoría de siglas utilizadas a diario por economistas y políticos que son los únicos que parecen haber realizado, todos ellos, un máster sobre siglas que creo se utilizan, más que para abreviar el discurso, para que no se entienda nada de lo que están diciendo y así, hacernos creer que son más listos que nosotros, que tal y como se ha venido demostrando en los últimos treinta años, debe ser cierto y somos, o al menos lo hemos parecido, tontos de lo que no se opera.
Como les decía me he enterado de que una EPE es una Entidad Pública Empresarial lo mismo que un Ente Público. Creo que estamos llegando al meollo de la cuestión.
Al parecer, y digo solo al parecer, una Entidad Pública Empresarial es, y cito textual, desde la misma fuente Wikipedia: Una clase de Organismo Público perteneciente a la Administración del Estado de España, a la administración Autonómica o a la administración Local, que tiene una gestión independiente de forma que ni todos sus ingresos proceden de los Presupuestos del Estado, ni sus ingresos se depositan directamente en el Tesoro Público.
¿Serán nuestros Gobiernos del Estado, de las Autonomías y de los Municipios una EPE? ¿Y sus flotas de transportes? ¿Y sus Consejeros? ¿Y sus salarios a perpetuidad? ¿Saldrán también de las mismas EPE?
Las EPE aparecen definidas en el artículo 166 de la Ley 33/2003, de 3 de Noviembre, del Patrimonio de las Administraciones Públicas. ¿ No debería llamarse solo Patrimonio Público, independientemente de quienes sean quienes le administren? No se habrán tomado al pie de la letra, nuestros administradores,  lo del Patrimonio de las Administraciones Públicas.
Ahora empiezo a entender por qué temen tanto la Nacionalización de Bienes y Empresas, propias según ellos, de regímenes comunistas que, al parecer y siempre según ellos, ha dado tan malos resultados. Por lo que hemos podido comprobar en carne propia, nuestro sistema es aún peor, ya que en nuestro maravilloso sistema económico el único perjudicado es, no quiero decir proletario para que no se me etiquete equivocadamente, el trabajador de a pié. Ninguno de ellos ha ido ni irá al paro, ni dejará de cobrar sus magníficos salarios y excelentes pensiones.
Mi conclusión final, tras ese juego macabro de utilización del lenguaje en función del negocio y de intereses mafiosos, en el que hemos participado hasta las propias instituciones creadas para defender la pureza del idioma y su difusión, es que el único lenguaje en el que creo está por reinventar y está más cercano al silencio comunal y reflexivo, más que a la palabra desprovista de contenido. Quiero volver a la Tribu, quiero ser nosotros sin dejar de pensar en nosotros, y solo ser yo cuando los otros me lo reclamen.

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